VIAJE AL INTERIOR DEL VERBO: ESCUCHAR

Me llamo Javi y viajo por el «Univerbo» con mi nave espacial explorando todos los verbos que me encuentro en el camino.

ESCUCHAR

Recuerdo una mañana que estaba yo sentado con el señor Ramón (un antiguo cliente de un trabajo en el que estuve) en una terraza de un bar. Eran las 11 h de la mañana. El camarero se acercó y nos preguntó qué queríamos tomar. El señor Ramón se pidió un café con leche con sacarina y cuando el camarero le trajo su café con leche, pero con azúcar me dijo lo siguiente:

– Si supieras la cantidad de veces que me ocurre esto. Pido sacarina, pero me traen azúcar. La gente no escucha.

Inmediatamente me vinieron a la mente varias preguntas: ¿Qué es realmente escuchar? ¿Por qué no siempre escuchamos? ¿Cuál es la diferencia entre oír y escuchar? La escucha activa es un tema que siempre me ha interesado y ese fue un buen momento como para ponerme a investigar sobre el tema.

Por supuesto, tanto aquel camarero como cualquier otro tienen derecho a equivocarse, pero ese no es el tema a tratar hoy. Equivocarse es sano, pero debemos tener la apertura mental para registrar la equivocación y aprender de ella. La mayoría de las personas no son conscientes de que oyen perfectamente pero no escuchan de la misma manera. Lo que deseo tratar hoy es porque a veces escuchamos y porque a veces no escuchamos. Estoy seguro de que ahora mismo mientras lees este texto te viene a la mente algún momento en el que recuerdas a alguien que no escuchaba o si escuchaba. Incluso te puedes identificar a ti mismo en cualquiera de las dos opciones. Te invito a que pares de leer e intentes recordar con la mayor exactitud posible aquel instante. ¿Cómo se comportaba la persona que no escuchaba? ¿Qué hacía exactamente? ¿Interrumpir constantemente? ¿Se distraía con facilidad? ¿Quería tener la razón a toda costa? ¿Hablaba y no dejaba hablar a nadie más? ¿Cómo era el tono de su voz? ¿Qué te indicaba su postura corporal? Y si eras tú, la persona que no escuchaba, ¿Cómo te sentías? ¿Alguna vez has pensado en aprender a escuchar o en mejorar tu escucha activa?

Tal vez lleves toda la vida «mirando y oyendo» y quizás ha llegado la hora de “observar y escuchar.”

La escucha activa requiere esfuerzo por parte de los interlocutores que llevan a cabo una conversación, pero lo que se consigue durante el intercambio es tremendamente valioso. La escucha activa desarrolla la empatía de toda persona que la práctica. Las relaciones se vuelven mucho más fructíferas y completas. La autoestima crece porque sentimos que somos capaces de generar vínculos reales con los demás y eso nos produce bienestar y serenidad. Escuchar de verdad requiere de nuestra implicación como casi todo lo bueno de la vida. Si conseguimos estar enfocados en la persona con la que estamos hablando nos daremos cuenta que el intercambio de información es mucho más beneficioso para todas las partes. Debemos investigarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de que nos saca de una conversación:

¿Falta de interés? ¿Estrés? ¿Carencias? ¿Sentimientos negativos hacia la otra persona? ¿Prisas? Etc, etc.

Debemos de darnos cuenta también que nos mantiene escuchando atentamente en una conversación: ¿Nos gusta el tema? ¿Estamos a gusto con la persona? ¿Estamos relajados? ¿Hay algo en la otra persona o del tema que se trata en la conversación que nos atrapa o nos llama la atención? Etc, etc.

La persona que escucha de verdad obtiene beneficios a corto, medio y largo plazo en todos y cada uno de los ámbitos de su vida. De hecho, cuando empiezas a escuchar de verdad a todas las personas que tienes a tu alrededor te das cuenta de que hay muchas cosas que no son como tú pensabas y eso no siempre es tan maravilloso ni bonito de descubrir pero es mejor vivir aproximándose a la verdad que afincarse en la mentira. La persona que escucha está abierta al cambio y eso la mantiene activa aprendiendo y evolucionando constantemente. Escuchas y lo que escuchas te nutre y te modifica.

En cambio, la persona que no tiene por costumbre escuchar se mantiene estática, prisionera de su postura y en su día a día suelen estar presentes los conflictos y los malos entendidos.

He salido a la calle para realizar trabajo de campo con actitud curiosa para realizar el blog de hoy y he detectado algunos perfiles de personas que no escuchan. En algunos casos resaltaré sus rasgos de manera exagerada para reconocerlos con mayor facilidad:

1 – El estresado o La estresada:

El estrés es sin duda un mal aliado y uno de los grandes males de nuestra época. La persona estresada en muchas ocasiones no podrá escuchar con claridad, ya que su permanente estado de nerviosismo (por los motivos que sean) no se lo permiten. Paradójicamente escuchar y centrarse en la otra persona le ayudaría a relajarse y olvidarse de sí mismo y de sus problemas por un momento. Se trata de eliminar o diluir en cierta medida «el ruido» que se mantiene omnipresente en la mente de la persona que sufre estrés y que también se apodera del cuerpo agregándole sufrimiento. Según la teoría parece todo muy fácil, pero en muchos casos es realmente difícil salir de ese estado aunque existen técnicas de relajación que nos pueden ayudar y merece la pena intentarlo. Me viene a la mente aquella frase que leí en un libro de yoga: «Aquel que es capaz de dominar su respiración, es capaz de dominar todos los momentos de la vida».

2 – El consejólogo o La consejóloga:

El consejólogo es aquel que oye, pero no escucha porque lo único que le interesa es darle un consejo a su interlocutor sobre lo que está diciendo o sobre la lectura que hace sobre lo que le ocurre a su interlocutor. El consejero se presenta frente a los demás con una falsa actitud pedagógica y siempre tiene la imperiosa necesidad de decirle a los demás lo que tienen que hacer. El foco de atención de los consejeros patológicos se basa en encontrar fallos en el discurso del otro (según claro está el criterio del consejólogo) para así poder ser ellos los que aporten la solución que por supuesto sin su ayuda no hubieras sido capaz de encontrar tú solo por tu cuenta (o eso cree el consejero). Poseen el mismo talento que Messi con la pelota, pero en este caso para arruinar conversaciones y suelen agobiar a los interlocutores que tienen delante porque dan consejos por doquier sin que nadie se los pida y evidentemente anulan completamente su capacidad de escuchar. Solo escuchan lo que les interesa y es un patrón de conducta difícil de resolver por sí solos.

3 – El narcisista o La narcisista:

El narcisista es todo un espectáculo o mejor dicho: El narcisista se cree un espectáculo. El narcisista eclipsa todas las conversaciones con sus mismos mono temas de siempre. El narcisista siempre tiene más, sabe más, ha conseguido más, ha vivido más o tiene un proyecto o algo entre manos por lo que ha invertido o se ha esforzado más que nadie de los presentes. Su intención no es ni mucho menos escuchar o crear puentes, sino ser admirado y que su supuesto talento brille en la conversación. Son personas que en realidad tienen la autoestima muy baja y siempre que pueden intentan hacer sentir a los demás como seres inferiores a ellos. Los narcisistas continuamente necesitan hacerse notar sobrevalorándose ante los demás. No solamente no escuchan sino que producen en los demás unas ganas locas de marcharse de la conversación o de salir disparados en el interior de un cohete hacia la luna. Los narcisistas son adictos al reconocimiento. Su ego es una auténtica apisonadora y su actitud de diva malcriada no les deja escuchar y suele ser muy difícil mantener una conversación con ellos a no ser que entres al juego de bailarles el agua para que ellos se sientan cómodos y eso es algo que lógicamente da mucha pereza.

4 – El discutidor o La discutidora:

El discutidor es un guerrero, su arma es la palabra y su ring es el debate, y como tal siempre mantiene un invisible estado de alerta que sacará a relucir cuando sea necesario. Por momentos, puede parecer que el discutidor está tranquilo y atento a la conversación pero nada más lejos de la realidad. Simplemente está preparado buscando y esperando una buena oportunidad para confrontar porque donde mejor se siente es en el terreno de la confrontación. El discutidor necesita de los argumentos de su interlocutor para rebatirlos. Es su manera de relacionarse. Al discutidor le gusta rebatir y discutir muchísimo. Es su deporte preferido. Todo lo pone en duda. Da igual lo que le digas por qué en la mayoría de los casos te llevará la contraria por pura inercia porque el discutidor te escucha de una manera podríamos decir «contaminada». El discutidor tiene un concepto diferente de lo que significa una charla agradable porque ha aprendido que la mejor manera de relacionarse es discutir. Lo malo es que normalmente suelen irritar a las personas que tienen cerca por este tipo de actitudes y así tampoco se puede escuchar. Discutir con alguien que cree saberlo todo, es como darle medicina a un muerto dicen…

5 – El adivinador o La adivinadora:

El adivinador no escucha porque no lo cree necesario. Tiene complejo de pitonisa y cree conocerte mejor de lo que te conoces tú mismo. Muchas veces la excesiva confianza en su criterio le impide obtener o extraer información de las conversaciones que tiene con las demás personas. Lo reconocerás fácilmente porque no te dejará acabar las frases porque para eso está él o ella. El adivinador cree saber lo que te va a pasar y tiene la necesidad imperiosa de mostrar su superpoder. El adivinador cree saber lo que sientes y porque lo sientes, lo que piensas y porque lo piensas, lo que vas a decir y lo que te va a pasar. No se da cuenta con su actitud que en realidad lo que está haciendo lo aleja de la conversación, ya que pierde mucha energía elucubrando en su mente posibles soluciones y situaciones y por lo tanto no está escuchando.

6 – El perezoso o La perezosa:

El perezoso siempre se encuentra cansado antes de estar cansado. La vida le pesa. El simple hecho de caminar por el mundo y tener que relacionarse con los demás le supone un esfuerzo demasiado grande y de momento no es algo que esté dispuesto a llevar a cabo. Al perezoso es mejor que le avises con unos días de antelación que quieres verle y hablar con él para que se vaya preparando mentalmente y una vez lo tengas delante y estéis teniendo una conversación es muy probable que abandone la conversación en ciertos momentos porque le entra la flojera. Este tipo de pereza que impide mantener una conversación y escuchar plenamente suele venir acompañada de baja autoestima que obviamente no ayuda en las relaciones sociales y ni mucho menos en la escucha. A todos los perezosos que estén haciendo el enorme esfuerzo de estar leyendo este blog les regalo una frase de Jules Renard: «La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado».

7 – El distraído o La distraída:

El distraído puede pretender sinceramente escucharte y hasta por momentos puede parecer que está presente en el momento en que transcurre la conversación, pero se trata de «un quiero, pero no puedo» porque posee la innata cualidad de distraerse con cualquier motivo externo y ajeno a la conversación por mucho menor que este sea. El distraído suele tener problemas de concentración en su vida porque desde su prisma todo le produce curiosidad. El mundo le ofrece tantas distracciones que no sabe cuál elegir. Se le amontona el trabajo. Lo malo es que no profundiza en nada porque la curiosidad en algo le dura poco igual que a la hora de escuchar. No puede escuchar porque la intención y el compromiso de escuchar le duran muy poco. En el momento en el que la conversación precise de mayor implicación por parte del distraído, la mente de éste se irá de viaje a la Luna de Valencia o a cualquier otro sitio alejado de su interlocutor. El distraído viaja, aparece y desaparece constantemente. Su cuerpo está presente, pero su mente es la que no para de viajar. Puede estar en mil sitios y a la vez en ninguno. Evidentemente así es muy difícil escuchar.

He mencionado algunos perfiles de personas que NO suelen escuchar, pero hay muchos más, igual que de la misma manera existen aquellas personas que SI escuchan y que SI han entrenado su capacidad de escuchar. Todas estas personas tienen una característica común:

La implicación. Se trata de personas que se esfuerzan, que lo intentan, que entienden como funciona la escucha activa y sobre todo son personas que desean comunicarse de manera efeciva fortaleciendo sus lazos con los demás. Es un auténtico placer cruzarse con personas que saben escuchar y que son conscientes de los beneficios que comporta hacerlo.

En el blog de hoy me he centrado en cómo la escucha o la falta de escucha afecta en la comunicación humana, pero obviamente la escucha es un tema que da para muchas más. Te animo como siempre a que te subas a mi nave y reflexionemos juntos sobre el verbo “Escuchar” en este blog.

Si alguien se anima a añadir más perfiles de gente que no escucha estaría guay.

Un par de libros: “No me estás escuchando” de Kate Murphy.

Una película: “Un monstruo viene a verme” de Juan Antonio Bayona.

Un refrán: La sabiduría viene de escuchar, el arrepentimiento de hablar.

Una frase: No puedes escuchar a alguien y hacer algo al mismo tiempo.

¡Muchas gracias y un saludo!

JAVIER MILÁN JEREZ

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