RECONOCER ES UN PUNTO DE PARTIDA
¿Cómo qué hago? ¡Ya está bien! En mi propia casa y ya no sé ni cuánto tiempo llevo durmiendo en el sofá. Que no, que no me voy a ir de la cama, que tengo el culo y la espalda como una piedra. Claro, tú te quedas en casa, pero luego yo me tengo que ir a trabajar y tengo que estar descansado. No, yo no estoy insinuando nada, pero algún día tendrás que salir al mundo exterior o ir al médico. ¿Todavía no? Pues tenemos un problema. Cosas como lo de esta mañana no pueden volver a ocurrir. Yo no puedo irme a trabajar sabiendo que te puedes hacer algo malo. Sí, he dicho: Tenemos un problema. Los dos tenemos un problema. He hablado con tu madre y con tu hermana y mientras dure todo esto ellas vendrán en las horas en las que yo esté trabajando, pero sola no te puedes quedar o al menos de momento. Nos irá bien. Necesito poder irme tranquilo a trabajar.
Déjame hablar que tengo algo importante que decirte.
(Silencio incómodo de unos segundos. Rompe a llorar mientras habla)
En vez de apoyarte lo que he hecho es machacarte, como si tuviera derecho a hacerlo, como si yo estuviera por encima del bien y del mal. Yo pensaba que tú eras la enferma de los dos y me he dado cuenta de que mi enfermedad ha sido la soberbia hasta tal punto que solo era capaz de ver lo malo y minimizar lo bueno. Era como que sentía cierto placer en tener la razón, y en no dejarte hablar. Como si tuviera que conquistar cada conversación que tenemos no dejándote acabar las frases. Aunque me duela reconocerlo, pero interiormente he estado celebrando cada fallo que has cometido para luego poder decirte: Te lo dije.
En realidad yo he contribuido a que tirarás la toalla haciéndote sentir como una mierda. Gritarte que luches por tu vida era fácil, y echarte las culpas de todo también. Lo difícil es reconocer que yo también tengo mucha culpa de todo lo que nos pasa. ¡No! No sé cómo podemos volver a empezar. Si se quiere, se puede o eso dicen, ¿No? Que cada uno ponga de su parte. Mira, me da igual todo lo que ha pasado. O sea no es que me dé igual. Claro que me importa. Escúchame bien. Estoy muy cansado, pero te lo quiero decir. No me da igual este último año de mierda, pero creo que podemos salir juntos de todo eso.
(Se seca las lágrimas y se acerca a ella que está sentada en el suelo)
Si, antes no creía en ti era porque no creía en mí. ¡Mucha inseguridad! ¡Te lo estoy diciendo en serio! Nada de lo que ha pasado es suficiente para que me vaya. No me da la gana. Lo he decidido. No voy a saltar del barco. Aquí me tienes, pero de verdad. Vamos a salir de esta y me da igual que mis padres estén en contra de esta relación porque creen que me vas a arrastrar o que mis amigos piensen lo mismo. Yo hablo desde mi verdad que no es la verdad de ellos y mi verdad es que mi vida la quiero pasar contigo.
Javier Milán Jerez
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