BLOG JAVI

VIAJE AL INTERIOR DEL VERBO: SER

Me llamo Javi y viajo por el «Univerbo» con mi nave espacial explorando todos los verbos que me encuentro en el camino.

SER

Ser o no ser, esa es la cuestión. Pues depende de muchos factores. No comparto para nada esa frase con la que mucha gente se identifica y que dice que siempre son iguales. Lo habréis escuchado mil veces:

– Yo soy igual siempre con todo el mundo, en cualquier situación y en todo momento.

Lo dudo mucho, pero en el caso de que fuera cierto me da la sensación que el dueño de esta afirmación es más un robot que un ser humano, ya que es imposible ser igual todo el tiempo o ser de la misma manera con todo el mundo o en cualquier lugar. Más que nada porque si algo nos enseña la física es que todo está sujeto a un constante cambio.

Sin embargo, sí estoy de acuerdo con que todas las personas tenemos una esencia que nos hace únicos e irrepetibles, pero esa esencia también está sujeta a cambios. Todo cambia y nosotros también. Nuestra manera de actuar, de relacionarnos, de caminar por el mundo, de ver la vida, etc. Todo cambia a cada momento y nosotros también. ¿Eres igual con tu hijo que con tu hermana? ¿Eres la misma persona con tu jefe que con tu mejor amigo? ¿Eres la misma persona con tu compañera de trabajo que con tu marido? ¿Eres la misma con tus nietos que con tu peluquera? ¿Eres lo mismo en cualquier en la infancia que en la tercera edad?

¿Somos lo que hacemos en cada momento?

Por ejemplo: Si ayer mostraste generosidad con alguien y hoy eres egoísta con otra persona, ¿Con cuál de los dos te quedas? ¿Quién eres? Sin embargo, hay personas que se anclan en ese punto de vista de “Yo siempre el mismo” porque creen que si modifican su discurso están traicionando a su yo más sagrado. A su esencia. Nada más lejos de la realidad. Las personas mostramos lo que somos y quién somos por nuestros actos y no por nuestras palabras.

Durante la vida nos ocurren muchas cosas. Nos suceden hechos que nos cambian, nos modifican. La vida nos llena de eventos que no controlamos y que ni tan siquiera esperábamos que pasaran pero pasan. Detrás de cada uno de esos hechos existe un aprendizaje y el propio acto de aprender lleva a la evolución personal. También puede ocurrir todo lo contrario y que exista una involución con cada evento que ocurra en nuestra vida. De todas maneras, también en este caso dejamos de ser una cosa, para ser otra.

Desde este punto de vista es imposible que siempre seas la misma persona porque la propia vida nos va modificando. Tú no eres igual que hace 15 años ni yo tampoco. Ni tan siquiera somos iguales que el año pasado. Por lo tanto, ¿Cómo se puede ser siempre el mismo? ¿No has evolucionado? ¿No te ha ocurrido nada? ¿Tu cuerpo es el mismo? ¿Tu mente es la misma? ¿Qué has aprendido? ¿Cómo te ha tratado la vida? Entre otras muchas cosas somos el resultado de nuestras decisiones, de nuestros actos y de las cosas que nos ocurren.

Las personas que se muestran siempre estáticas en sus razonamientos y que no están abiertas mentalmente al cambio son las personas que serán siempre iguales o mejor dicho que siempre se definirán como que son iguales y te dirán que son lo que son y que no han cambiado. Lo malo para ellos es que el cambio quieran o no quieran se produce igual. Diferente es que tú no me dejes ver el cambio que hay dentro de ti porque el tamaño de la máscara que llevas puesta es demasiado grande. Todos utilizamos máscaras. Lo que ocurre es que algunas personas las llevan puestas más tiempo y de manera más pronunciada que otras.

Existe una especie de presión social con la que debemos luchar que parece indicarnos cómo debemos ser como si hubiera una élite intelectual que supiera que le conviene al resto de personas. En esta vida, ¿Hay que ser de una determinada manera para sobrevivir o vivir mejor? ¿Simplemente debes aceptar ser lo que eres? ¿Debes procurar ser “mejor” cada día? ¿Debes saber quien eres? ¿Debes limitarte simplemente a “ser” de verdad? Me decanto por las últimas sin menospreciar al resto de preguntas. Yo pienso que antes de modificar nada primero debemos saber lo que tenemos o mejor dicho quién somos o qué somos. Al igual que en otros blogs vuelve a aparecer la palabra compromiso.

¿Hasta qué punto de autoexploración y autoconocimiento has llegado? La cosa es simple y difícil a partes iguales: ¿Quieres saber quien eres? ¿Quieres saber quien eres de verdad? Descúbrelo. Descúbrelo y quizás cuando llegues a las entrañas del asunto no te guste tanto conocerte de verdad o quizás sí. Tal vez, una vez sepas quien eres de verdad descubras que eres el tipo de persona que siempre quisiste ser y te sientas cómodo en tus zapatos o quizás descubras que te odias a ti mismo o todo lo contrario. Si es así, mejor para ti, pero nadie lo puede descubrir hasta que no se da el permiso real para hacerlo.

Hay una película que he visto varias veces y que se llama El guerrero pacífico en la que el maestro apodado Sócrates le pregunta al alumno:

  • ¿Qué eres?

El alumno contesta:

  • Este momento.

Estoy bastante de acuerdo con esta afirmación. No somos más que el momento que habitamos. No somos más que el momento que estamos viviendo.

No somos la discusión que tuvimos con el jefe ayer por la mañana y tampoco somos el accidente que tuvimos hace 3 años. Tú y yo somos este momento siempre y cuando estemos presentes en este momento y lo estemos habitando en su plenitud entregándonos por completo a este momento. Eso no quiere decir que nuestra esencia desaparezca y que toda la responsabilidad recaiga en el momento. Para nada.

Si tú no te conoces y no sabes quien eres en profundidad, ¿Cómo lo vamos a hacer los demás? ¿Cómo vamos a saber los demás quien eres si no lo sabes ni tú? Hace falta mucho valor para viajar a las profundidades de tu persona y descubrir quién eres realmente. Muchas de las personas que suelen decir que se conocen mucho a ellas mismas son las primeras que están lejos de poder hacerlo y muchas de las personas que te aseguran conocerte a ti mucho me atrevo a decirte sin saberlo que apenas saben quien son ellos y mucho menos saben quien eres tú.

Esto no va de ser bueno o malo, o de ganar o perder. Se trata de ser uno mismo. Puede que nos lleve toda la vida descubrir quien somos o llegar a ser lo que queremos ser si es que no estamos cómodos en estos zapatos. Hace poco alguien cercano a mí que tiene sesenta años me dijo que por primera vez en su vida sentía que estaba siendo quien realmente era de verdad y que descubrirlo le llevó mucho tiempo y que por fin estaba llevando el tipo de vida que quería llevar. Esta persona me dijo una frase que me hizo pensar mucho:

  • Ahora sé quien soy y ahora es cuando todo tiene sentido.

Se trata de algo jodidamente cierto. Se trata de cómo las personas podemos llegar a perder el sentido de auto reconocimiento hacia nosotros mismos y perder de esta manera la conexión con nuestra esencia hasta el punto de sentirnos totalmente perdidos como si habitáramos en la mente y el cuerpo de un desconocido y nos preguntáramos: ¿Quién soy? Y esto puede llevar a otras preguntas: ¿No sé quién soy porque lo he olvidado? ¿No sé quién soy porque nunca lo he sabido? ¿No sé quién soy porque llevo mucho tiempo en una vida en la que no encajo?

Voy a poner un ejemplo un poco catastrófico exagerando ciertos puntos para que lleguemos a ciertas conclusiones:

Toda una vida en un trabajo que no te gusta, con una pareja a la que hace tiempo que ya no quieres, con unos hijos que no te valoran y que además dejaste sueños y propósitos en la vida para criarlos y que por si fuera poco como no podía ser de otra manera te entregaste en cuerpo y alma a esta causa, pero ahora miras atrás y piensas: ¿Y yo qué? ¿Esto es lo que quiero? ¿Esto es lo que soy? ¿Esto es lo que era?

No estoy criticando a los padres o el querer formar una familia ni mucho menos. Muchas personas descubren qué son de verdad con el milagro de la vida que es tener un bebé y formar una familia y eso simplemente es algo que se tiene que celebrar que haya personas que conecten con su verdadera esencia o con su ser siendo padres y que se sientan plenos. Yo hablo de otra cosa. Hablo de la gente que vive una vida que no es la suya y que no se sienten conectados con ellos mismos, pero no nos engañemos pensando que el ejemplo que he puesto es el único que viene a cuento a la hora de desconectar de la propia esencia. Hay muchos escenarios que pueden desconectarnos o conectarnos con nuestra esencia: Trabajos, amigos, pareja, lugares, entornos, conflictos, situaciones, etc.

¿Cómo te sientes en este momento mientras lees? ¿Sientes que en este momento de tu vida estás más cerca de lo que tú realmente eres o estás más lejos de lo que realmente tú eres?

Otro ejemplo de desconexión muy común:

Yo quería estudiar humanidades, pero mi padre o mi madre querían que yo fuera abogado y al final me decidí a estudiar derecho. Traicionar a lo que tú eres para hacer feliz a otra persona no creo que sea la mejor solución. Esto lo único que hace es desconectar a la persona de quien realmente es y con esto no estoy diciendo que no haya que hacer caso o que sí haya que hacer caso de los padres. Lo que estoy diciendo es que si no te escuchas a ti mismo y no sabes realmente lo que eres, lo que quieres ser o hacia donde te proyectas, nunca alcanzarás la felicidad plena porque siempre harás las cosas para que otros sean felices y nunca sabrás quien realmente eres o si lo sabrás pero en silencio.

Puedes vivir toda la vida en otros zapatos que no sean los tuyos. Hay personas que lo hacen sacrificando sus verdaderas esencias por otros motivos como pueden ser los hijos o los supuestamente trabajos más rentables o correctos, o hacer felices a otros siendo ellos mismos menos felices, etc., etc. A algunas de estas personas se les nota más y a otras se les nota menos, pero tal y como hemos dicho antes, todas las personas tenemos la máscara que sabemos perfectamente cómo sacárnosla o ponérnosla en determinados momentos.

Hazte la pregunta:

¿Cuántas personas hay en tu vida que tú piensas que no son quien dicen ser? ¿Cuántas personas hay en tu vida que tú piensas que se traicionan a sí mismos siendo como aparentan ser? ¿Eres tú uno de ellos?

Las cosas que nos ocurren modifican lo que realmente somos. Os cuento mi momento actual:

Tengo pericarditis y siento que me ahogo cada dos por tres y por lo tanto debo hablar lo mínimo posible, me dan mareos y siento un dolor constante en el centro del pecho como si me estuvieran dando puñetazos uno tras otro sin parar en esa zona de mi cuerpo. Además de las taquicardias que tampoco desaparecen. He tenido que dejar el trabajo y tengo que hacer reposo absoluto en cama. Por supuesto, los médicos me han prohibido hacer deporte y tener relaciones sexuales. Os lo cuento simplemente para analizar quién soy ahora mismo con esta nueva situación en mi vida porque antes he llegado a la conclusión de que somos el momento presente.

¿Quién soy ahora?

Creo que como seres humanos que somos (Valga la redundancia) tenemos la capacidad de adaptarnos a las cosas que nos van ocurriendo en la vida y las enfermedades son parte de este proceso en el que podemos sentir que somos o que no somos en mayor o menor intensidad.

Ahora mismo siento que no soy yo porque mi cuerpo no está preparado para moverse como siempre me muevo y mi vida se ha visto limitada. De repente, tienes que parar tu rutina diaria durante un tiempo que no es corto y que es indefinido para curarte, pero tal y como he dicho al principio del blog: No siempre somos lo mismo porque todo está sujeto al cambio. De aquí a unos meses seré otra cosa. Mañana seré otra cosa. En cada momento nuestra esencia se ve modificada por nuestros actos y las cosas que nos ocurren. Es un proceso que va de fuera hacía dentro.

¿Te has preguntado cuáles son los entornos o escenarios en los que puedes “ser tú mismo” con mayor facilidad? Podemos “ser” muchas cosas, pero si nos sentimos a gusto será más fácil ser lo que somos o mostrarnos tal y como somos. ¿Cuántas veces has escuchado la frase esa de “contigo puedo ser yo mismo o yo misma”? Si tú estás a gusto con alguien siempre tendrás más posibilidades de ser tú mismo o tú misma porque sientes que puedes mostrarte tal y como eres (o tal y como tú crees que eres) y no te sentirás que estás siendo juzgada o juzgado. Personas así no siempre abundan, pero cuando uno se encuentra a alguien así vale la pena detenerse y reflexionar sobre ello. Aquello en lo que nos queremos convertir es aquello que acabaremos siendo si es que debe ser así.

Un libro: “Deja de ser tú”de Joe Dispenza

Un libro:“El ser y la nada” de Jean-Paul Sartre

Una película: El guerrero pacífico de Víctor Salva

Un refrán: Es más fácil copiar que ser original

Una frase: En todo momento estamos dejando de ser lo que fuimos, estamos siendo lo que somos, y estamos comenzando a ser lo que seremos. (Alejandro Jodorowsky)

Una pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor?

Ser o no Ser, esa es la cuestión: Es la primera frase del famoso monólogo de Hamlet en la obra de William Shakespeare.

Hasta aquí el blog de hoy. ¿Te animas a comentar sobre “Ser”?.

Todo continúa y nada es definitivo. Lo de hoy es un punto de partida para seguir explorando sobre este verbo. Te invito a subirte a mi nave espacial y reflexionar y agregar lo que quieras en el espacio de hoy sobre el verbo Ser.

¡Muchas gracias y un saludo!

JAVIER MILÁN JEREZ

Compartir en:
BLOG JAVI

VIAJE AL INTERIOR DEL VERBO: ESCUCHAR

Me llamo Javi y viajo por el «Univerbo» con mi nave espacial explorando todos los verbos que me encuentro en el camino.

ESCUCHAR

Recuerdo una mañana que estaba yo sentado con el señor Ramón (un antiguo cliente de un trabajo en el que estuve) en una terraza de un bar. Eran las 11 h de la mañana. El camarero se acercó y nos preguntó qué queríamos tomar. El señor Ramón se pidió un café con leche con sacarina y cuando el camarero le trajo su café con leche, pero con azúcar me dijo lo siguiente:

– Si supieras la cantidad de veces que me ocurre esto. Pido sacarina, pero me traen azúcar. La gente no escucha.

Inmediatamente me vinieron a la mente varias preguntas: ¿Qué es realmente escuchar? ¿Por qué no siempre escuchamos? ¿Cuál es la diferencia entre oír y escuchar? La escucha activa es un tema que siempre me ha interesado y ese fue un buen momento como para ponerme a investigar sobre el tema.

Por supuesto, tanto aquel camarero como cualquier otro tienen derecho a equivocarse, pero ese no es el tema a tratar hoy. Equivocarse es sano, pero debemos tener la apertura mental para registrar la equivocación y aprender de ella. La mayoría de las personas no son conscientes de que oyen perfectamente pero no escuchan de la misma manera. Lo que deseo tratar hoy es porque a veces escuchamos y porque a veces no escuchamos. Estoy seguro de que ahora mismo mientras lees este texto te viene a la mente algún momento en el que recuerdas a alguien que no escuchaba o si escuchaba. Incluso te puedes identificar a ti mismo en cualquiera de las dos opciones. Te invito a que pares de leer e intentes recordar con la mayor exactitud posible aquel instante. ¿Cómo se comportaba la persona que no escuchaba? ¿Qué hacía exactamente? ¿Interrumpir constantemente? ¿Se distraía con facilidad? ¿Quería tener la razón a toda costa? ¿Hablaba y no dejaba hablar a nadie más? ¿Cómo era el tono de su voz? ¿Qué te indicaba su postura corporal? Y si eras tú, la persona que no escuchaba, ¿Cómo te sentías? ¿Alguna vez has pensado en aprender a escuchar o en mejorar tu escucha activa?

Tal vez lleves toda la vida «mirando y oyendo» y quizás ha llegado la hora de “observar y escuchar.”

La escucha activa requiere esfuerzo por parte de los interlocutores que llevan a cabo una conversación, pero lo que se consigue durante el intercambio es tremendamente valioso. La escucha activa desarrolla la empatía de toda persona que la práctica. Las relaciones se vuelven mucho más fructíferas y completas. La autoestima crece porque sentimos que somos capaces de generar vínculos reales con los demás y eso nos produce bienestar y serenidad. Escuchar de verdad requiere de nuestra implicación como casi todo lo bueno de la vida. Si conseguimos estar enfocados en la persona con la que estamos hablando nos daremos cuenta que el intercambio de información es mucho más beneficioso para todas las partes. Debemos investigarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de que nos saca de una conversación:

¿Falta de interés? ¿Estrés? ¿Carencias? ¿Sentimientos negativos hacia la otra persona? ¿Prisas? Etc, etc.

Debemos de darnos cuenta también que nos mantiene escuchando atentamente en una conversación: ¿Nos gusta el tema? ¿Estamos a gusto con la persona? ¿Estamos relajados? ¿Hay algo en la otra persona o del tema que se trata en la conversación que nos atrapa o nos llama la atención? Etc, etc.

La persona que escucha de verdad obtiene beneficios a corto, medio y largo plazo en todos y cada uno de los ámbitos de su vida. De hecho, cuando empiezas a escuchar de verdad a todas las personas que tienes a tu alrededor te das cuenta de que hay muchas cosas que no son como tú pensabas y eso no siempre es tan maravilloso ni bonito de descubrir pero es mejor vivir aproximándose a la verdad que afincarse en la mentira. La persona que escucha está abierta al cambio y eso la mantiene activa aprendiendo y evolucionando constantemente. Escuchas y lo que escuchas te nutre y te modifica.

En cambio, la persona que no tiene por costumbre escuchar se mantiene estática, prisionera de su postura y en su día a día suelen estar presentes los conflictos y los malos entendidos.

He salido a la calle para realizar trabajo de campo con actitud curiosa para realizar el blog de hoy y he detectado algunos perfiles de personas que no escuchan. En algunos casos resaltaré sus rasgos de manera exagerada para reconocerlos con mayor facilidad:

1 – El estresado o La estresada:

El estrés es sin duda un mal aliado y uno de los grandes males de nuestra época. La persona estresada en muchas ocasiones no podrá escuchar con claridad, ya que su permanente estado de nerviosismo (por los motivos que sean) no se lo permiten. Paradójicamente escuchar y centrarse en la otra persona le ayudaría a relajarse y olvidarse de sí mismo y de sus problemas por un momento. Se trata de eliminar o diluir en cierta medida «el ruido» que se mantiene omnipresente en la mente de la persona que sufre estrés y que también se apodera del cuerpo agregándole sufrimiento. Según la teoría parece todo muy fácil, pero en muchos casos es realmente difícil salir de ese estado aunque existen técnicas de relajación que nos pueden ayudar y merece la pena intentarlo. Me viene a la mente aquella frase que leí en un libro de yoga: «Aquel que es capaz de dominar su respiración, es capaz de dominar todos los momentos de la vida».

2 – El consejólogo o La consejóloga:

El consejólogo es aquel que oye, pero no escucha porque lo único que le interesa es darle un consejo a su interlocutor sobre lo que está diciendo o sobre la lectura que hace sobre lo que le ocurre a su interlocutor. El consejero se presenta frente a los demás con una falsa actitud pedagógica y siempre tiene la imperiosa necesidad de decirle a los demás lo que tienen que hacer. El foco de atención de los consejeros patológicos se basa en encontrar fallos en el discurso del otro (según claro está el criterio del consejólogo) para así poder ser ellos los que aporten la solución que por supuesto sin su ayuda no hubieras sido capaz de encontrar tú solo por tu cuenta (o eso cree el consejero). Poseen el mismo talento que Messi con la pelota, pero en este caso para arruinar conversaciones y suelen agobiar a los interlocutores que tienen delante porque dan consejos por doquier sin que nadie se los pida y evidentemente anulan completamente su capacidad de escuchar. Solo escuchan lo que les interesa y es un patrón de conducta difícil de resolver por sí solos.

3 – El narcisista o La narcisista:

El narcisista es todo un espectáculo o mejor dicho: El narcisista se cree un espectáculo. El narcisista eclipsa todas las conversaciones con sus mismos mono temas de siempre. El narcisista siempre tiene más, sabe más, ha conseguido más, ha vivido más o tiene un proyecto o algo entre manos por lo que ha invertido o se ha esforzado más que nadie de los presentes. Su intención no es ni mucho menos escuchar o crear puentes, sino ser admirado y que su supuesto talento brille en la conversación. Son personas que en realidad tienen la autoestima muy baja y siempre que pueden intentan hacer sentir a los demás como seres inferiores a ellos. Los narcisistas continuamente necesitan hacerse notar sobrevalorándose ante los demás. No solamente no escuchan sino que producen en los demás unas ganas locas de marcharse de la conversación o de salir disparados en el interior de un cohete hacia la luna. Los narcisistas son adictos al reconocimiento. Su ego es una auténtica apisonadora y su actitud de diva malcriada no les deja escuchar y suele ser muy difícil mantener una conversación con ellos a no ser que entres al juego de bailarles el agua para que ellos se sientan cómodos y eso es algo que lógicamente da mucha pereza.

4 – El discutidor o La discutidora:

El discutidor es un guerrero, su arma es la palabra y su ring es el debate, y como tal siempre mantiene un invisible estado de alerta que sacará a relucir cuando sea necesario. Por momentos, puede parecer que el discutidor está tranquilo y atento a la conversación pero nada más lejos de la realidad. Simplemente está preparado buscando y esperando una buena oportunidad para confrontar porque donde mejor se siente es en el terreno de la confrontación. El discutidor necesita de los argumentos de su interlocutor para rebatirlos. Es su manera de relacionarse. Al discutidor le gusta rebatir y discutir muchísimo. Es su deporte preferido. Todo lo pone en duda. Da igual lo que le digas por qué en la mayoría de los casos te llevará la contraria por pura inercia porque el discutidor te escucha de una manera podríamos decir «contaminada». El discutidor tiene un concepto diferente de lo que significa una charla agradable porque ha aprendido que la mejor manera de relacionarse es discutir. Lo malo es que normalmente suelen irritar a las personas que tienen cerca por este tipo de actitudes y así tampoco se puede escuchar. Discutir con alguien que cree saberlo todo, es como darle medicina a un muerto dicen…

5 – El adivinador o La adivinadora:

El adivinador no escucha porque no lo cree necesario. Tiene complejo de pitonisa y cree conocerte mejor de lo que te conoces tú mismo. Muchas veces la excesiva confianza en su criterio le impide obtener o extraer información de las conversaciones que tiene con las demás personas. Lo reconocerás fácilmente porque no te dejará acabar las frases porque para eso está él o ella. El adivinador cree saber lo que te va a pasar y tiene la necesidad imperiosa de mostrar su superpoder. El adivinador cree saber lo que sientes y porque lo sientes, lo que piensas y porque lo piensas, lo que vas a decir y lo que te va a pasar. No se da cuenta con su actitud que en realidad lo que está haciendo lo aleja de la conversación, ya que pierde mucha energía elucubrando en su mente posibles soluciones y situaciones y por lo tanto no está escuchando.

6 – El perezoso o La perezosa:

El perezoso siempre se encuentra cansado antes de estar cansado. La vida le pesa. El simple hecho de caminar por el mundo y tener que relacionarse con los demás le supone un esfuerzo demasiado grande y de momento no es algo que esté dispuesto a llevar a cabo. Al perezoso es mejor que le avises con unos días de antelación que quieres verle y hablar con él para que se vaya preparando mentalmente y una vez lo tengas delante y estéis teniendo una conversación es muy probable que abandone la conversación en ciertos momentos porque le entra la flojera. Este tipo de pereza que impide mantener una conversación y escuchar plenamente suele venir acompañada de baja autoestima que obviamente no ayuda en las relaciones sociales y ni mucho menos en la escucha. A todos los perezosos que estén haciendo el enorme esfuerzo de estar leyendo este blog les regalo una frase de Jules Renard: «La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado».

7 – El distraído o La distraída:

El distraído puede pretender sinceramente escucharte y hasta por momentos puede parecer que está presente en el momento en que transcurre la conversación, pero se trata de «un quiero, pero no puedo» porque posee la innata cualidad de distraerse con cualquier motivo externo y ajeno a la conversación por mucho menor que este sea. El distraído suele tener problemas de concentración en su vida porque desde su prisma todo le produce curiosidad. El mundo le ofrece tantas distracciones que no sabe cuál elegir. Se le amontona el trabajo. Lo malo es que no profundiza en nada porque la curiosidad en algo le dura poco igual que a la hora de escuchar. No puede escuchar porque la intención y el compromiso de escuchar le duran muy poco. En el momento en el que la conversación precise de mayor implicación por parte del distraído, la mente de éste se irá de viaje a la Luna de Valencia o a cualquier otro sitio alejado de su interlocutor. El distraído viaja, aparece y desaparece constantemente. Su cuerpo está presente, pero su mente es la que no para de viajar. Puede estar en mil sitios y a la vez en ninguno. Evidentemente así es muy difícil escuchar.

He mencionado algunos perfiles de personas que NO suelen escuchar, pero hay muchos más, igual que de la misma manera existen aquellas personas que SI escuchan y que SI han entrenado su capacidad de escuchar. Todas estas personas tienen una característica común:

La implicación. Se trata de personas que se esfuerzan, que lo intentan, que entienden como funciona la escucha activa y sobre todo son personas que desean comunicarse de manera efeciva fortaleciendo sus lazos con los demás. Es un auténtico placer cruzarse con personas que saben escuchar y que son conscientes de los beneficios que comporta hacerlo.

En el blog de hoy me he centrado en cómo la escucha o la falta de escucha afecta en la comunicación humana, pero obviamente la escucha es un tema que da para muchas más. Te animo como siempre a que te subas a mi nave y reflexionemos juntos sobre el verbo “Escuchar” en este blog.

Si alguien se anima a añadir más perfiles de gente que no escucha estaría guay.

Un par de libros: “No me estás escuchando” de Kate Murphy.

Una película: “Un monstruo viene a verme” de Juan Antonio Bayona.

Un refrán: La sabiduría viene de escuchar, el arrepentimiento de hablar.

Una frase: No puedes escuchar a alguien y hacer algo al mismo tiempo.

¡Muchas gracias y un saludo!

JAVIER MILÁN JEREZ

Compartir en:
BLOG JAVI

VIAJE AL INTERIOR DEL VERBO: OBSERVAR

Me llamo Javi y viajo por el “Univerbo” con mi nave espacial explorando todos los verbos que me encuentro en el camino.

OBSERVAR

Te propongo un juego:

Detente delante de algo a lo que normalmente no le prestas ningún tipo de atención. Una vez lo tengas delante te pido que dirijas tu mirada hacia el objeto (o lo que sea) intentando extraer con suma atención el máximo de detalles posibles. Simplemente concéntrate y obsérvalo pero obsérvalo de verdad, no solo con los ojos. Obsérvalo con todo tu ser. Obsérvalo con toda la intención y atención del mundo. Una vez que lo hayas hecho te invito a reflexionar sobre ello:

¿Qué has descubierto? ¿Qué forma tiene? ¿Qué tamaño tiene? ¿De qué material está hecho? ¿Qué sensaciones te produce? ¿Es un objeto? ¿Se trata de un animal o de una persona? ¿Se mueve? ¿Cómo se mueve? ¿Descubriste algo diferente que no habías descubierto anteriormente? ¿Qué fue lo que descubriste?

Seguramente has descubierto nuevos detalles que antes simplemente te pasaban desapercibidos y es aquí precisamente donde se encuentra el kit de la cuestión, ya que cuando observamos de verdad, algo se modifica en nosotros por el flujo de información que estamos permitiendo que entre en nuestro interior. Por lo tanto, podemos agregar la siguiente definición:

Observar es abrirse al mundo que nos rodea.

Se trata de un acto consciente que requiere cierto esfuerzo e implicación por nuestra parte. Desarrollar nuestra capacidad de observación nos permite vivir una vida más plena sin lugar a dudas.

¿Te has fijado alguna vez cómo observa un depredador antes de lanzarse a por su presa cuando está cazando? Busca un documental sobre animales que cazan y observa a cualquiera de ellos con muchísima atención mientras coloca su cuerpo y se mueve sigilosamente para no hacer ruido mientras su mirada no se separa de su presa. Está estudiando y analizando cada paso que da su presa. Todo su ser está implicado en la observación. Lo último que quiere es dejarse descubrir y ahuyentarla. Por este motivo esperará el momento adecuado para atacar. Sabe lo que se juega. Tiene que comer. No hay otra opción. Tiene una motivación y compromiso total con el momento presente. Su capacidad de observación junto con otros aspectos (de los que ahora no hablaremos) son fundamentales para su supervivencia.

No se puede observar algo con detenimiento pensando en mil cosas a la vez o dejándose distraer por otras mil cosas y esto el lince lo tiene claro. Por lo tanto, podemos añadir que observar de verdad tiene que ver con el firme compromiso que tengamos a la hora de realizar dicha acción.

¿Te has preguntado cómo observas y escuchas una película cuando vas al cine?

De entrada es muy curioso cómo de camino al cine podemos encontrarnos con un conocido y decirle que vamos a ver una película. La realidad aunque es obvia es que también vamos a escucharla. Es interesante darse cuenta y reflexionar sobre el hecho de que vivimos en una época y en una sociedad en la que lo visual tiene más fuerza que lo sonoro, pero volvamos al séptimo arte. El compromiso con la película por la cual nos hemos desplazado hasta el cine y por la cual hemos pagado una entrada es mayor que si la hubiéramos visto en casa, puesto que hemos activado otro tipo de resortes dentro de nosotros y este mismo compromiso aparece en otras facetas de nuestra vida.

¿Cómo observamos cuando nos vamos de vacaciones a un lugar en el que nunca hemos estado antes y teníamos muchas ganas de visitar? En este tipo de viajes todo es nuevo e interesante y cada cosa que observamos nos nutre de manera significativa. Recuerdo la primera vez que fui a Florencia y pude ver de cerca al famoso David de Michelangelo. Desde entonces he vuelto muchas veces y siempre vuelvo a visitar esta majestuosa estatua de 5,17 metros de altura e intento hacerlo como si fuera la primera vez. Sin juicios. Implicado en el momento presente. Si me preguntas por la estatua soy capaz de describirla con gran exactitud por el compromiso que adquirí conmigo mismo y con la estatua cada vez que la tuve delante. No solo mis ojos estaban con el David de Michelangelo, sino que también lo estaban mi cuerpo y mi mente. Como dije antes, si queremos observar con la certeza de que lo estamos haciendo bien, debemos comprometernos con aquello que estamos observando.

Es importante tomar consciencia de qué observamos y de por qué lo observamos y para qué lo observamos porque si no sabemos los motivos por los cuales observamos nos da igual si observamos plenamente o todo lo contrario. Salgamos a la calle y simplemente observemos cualquier cosa por muy insignificante que nos parezca y hagámoslo con la mayor humildad y curiosidad posibles como si fuera la primera vez que salimos al mundo exterior. Intentemos evitar cualquier mecanismo interior de protección como los prejuicios o la pereza por citar algunos. Debemos mantenernos firmes y luchar contra todo aquello que perturbe nuestra actividad. Es nuestro momento y nada debe impedir que lo disfrutemos. El enfoque es lúdico. Se trata de un juego. Nada más y nada menos que un juego.

Salir a la calle a observar nos puede enseñar mucho y podemos aprender mucho. La calle está llena de información y estímulos. Te invito a observar como nunca antes lo has hecho en la gestualidad de las personas, cómo se mueven, como caminan, como hablan, como miran, como se sientan, como esperan mientras el semáforo se pone en verde para los peatones, si tienen prisa, si caminan muy despacio, como se comportan solos o en compañía, etc., etc.

Observa también la forma de las cosas, las distintas perspectivas, líneas, verticales, horizontales, círculos, colores, tamaños, formas que te vas encontrando y hazte preguntas que surjan mediante el ejercicio de la observación. Es importante que nos surjan dudas porque la curiosidad y el afán por saber mantiene vivo nuestro compromiso con lo que estamos observando. Intentemos penetrar mentalmente con aquello que estamos observando mediante nuestra imaginación. Intentemos penetrar en su función, en su historia, en cómo fue creado, y por qué está donde está. Observar es preguntarse cosas. Observar es una forma de investigar. Observar es ir paso a paso sin dejarse ningún detalle por el camino.

Pero no siempre aquello que podemos observar está fuera de nosotros. Los aspectos de nuestra persona en los que nos podemos enfocar desde nuestra capacidad de auto-observación son infinitos y tomar consciencia sobre ellos y observarlos detenidamente nos otorgará mayor conocimiento sobre nosotros mismos y por lo tanto mayor poder, libertad y autonomía. Observarnos con la intención de conocernos mejor es un acto de generosidad hacia nosotros mismos.

Sin duda vivimos en una época en la que las prisas, el estrés y la era digital (entre otros) nos intentan alejar de nuestra esencia con interferencias y distracciones superfluas. Quedar con alguien para tomar un café y que la persona esté más pendiente del móvil que de la conversación es un clásico de nuestros días. A veces podemos ser nosotros mismos la persona enganchada al móvil. Todo el mundo está expuesto a este tipo de tendencias contra las que hay que luchar. Si quedas contigo mismo para observarte será mejor que respetes la cita.

Lo fácil es un peligro que nos acecha constantemente y contra el que hay que luchar. Es mucho más fácil dar algo por sentado porque nos mantiene tranquilos en nuestra zona de confort y no requiere ningún tipo de implicación o esfuerzo por nuestra parte. Por eso mismo, debemos autoobservarnos y saber identificar aquello que no nos deja observar con claridad. ¿Qué puede ser? ¿Convenciones sociales? ¿Miedo? ¿Pereza? ¿Cansancio? ¿Falta de compromiso? ¿Falta de concentración? ¿Falta de motivación?

«La belleza está en los ojos de quien la mira»

Encuentra aquello que te motive. Encuentra la belleza en cada cosa.

El metro es un gran gimnasio para entrenar la observación porque hay muchas personas en un espacio reducido y en constante movimiento, a la vez que resulta muy interesante y divertido. El metro es todo un mundo y se rige por sus propios códigos. Allí observando he aprendido mucho sobre comportamiento. Por ejemplo la conexión visual o desconexión visual intencionada de las personas. Es muy curioso como hay personas que desconectan de manera voluntaria visualmente del entorno con excusas improvisadas que fabrican en el momento por ejemplo cuando no se quieren desprender de su asiento. Entra una persona mayor al vagón, pero se hacen los locos y se quedan sentados. Su cuerpo es delator, pero se esfuerzan y se comprometen con sus acciones improvisadas como por ejemplo hacerse los dormidos o de repente mirar el móvil o torcer el cuello hacia el lado contrario donde estaban mirando o simplemente mantener la mirada fija como si no vieran nada más. En el metro existen muchos grupos de actores sociales a los que es interesante observar. Uno de ellos son los carteristas que tienen muy desarrollada su capacidad de observación para extraer el máximo posible de información en el menor tiempo posible como el depredador que comentaba antes. Es muy llamativo verles entrar al vagón disimulando y hablando entre ellos, pero observando sin desear llamar la atención mientras buscan una persona que esté distraída o la que consideren que le van a poder robar sin que la persona se dé cuenta. No hablo del acto de robar que eso dará para otro blog, sino de la capacidad de observación de la que disponen porque la han desarrollado igual que el depredador que comentaba antes. Hay que decir que ni tan mal lo hacen porque aunque es verdad que muchos los pillan, también es cierto que la mayoría de las veces salen airosos.

Debemos observar el mundo con actitud curiosa como si fuera la primera vez. Pero, ¿Qué significa realmente observar? No soy un diccionario ni pretendo serlo. Lo que me interesa es trabajar mi imaginación y mi intuición para llegar a conclusiones.

Observar es olvidarse de uno mismo para centrar la atención en el otro o en lo otro.

Observar es llegar a una isla desierta que está lista para ser descubierta.

Observar es darle un sentido a las cosas que nos rodean.

Observar es detenerse en algo y darle importancia.

Observar es estar atento a la vida que ocurre delante de nuestros ojos.

Observar es archivar el conocimiento que está a nuestra disposición fuera o dentro de nosotros.

También es cierto que existen muchas y diferentes maneras de observar. Tantas como personas hay en el mundo.

¿Te has preguntado alguna vez cómo observas?

¿Cómo observas a quien amas?

¿Cómo observas a alguien a quien quieres mucho y se encuentra mal?

¿Cómo observa un sordomudo? ¿Con qué intensidad?

¿Cómo observas en tu interior cuando imaginas algo?

¿Cómo observas cuando cierras los ojos y te imaginas en ese lugar en el que te gustaría estar?

¿Cómo observas cuando cierras los ojos y te imaginas con esa persona con la que te gustaría estar?

Estoy seguro de que serías capaz de responder con gran precisión a cualquiera de estas preguntas.

Juguemos a observarnos…

¿Tu cuerpo se coloca igual en cualquier lugar?

¿Te sientas igual en el trabajo que en el sofá de casa?

¿Qué diferencias encontraste?

¿Cómo eliges aquello que merece la pena ser observado?

¿Cómo se recoloca tu cuerpo cuando te encuentras a alguien que no esperabas encontrarte?

¿Cómo miras de reojo?

¿Cómo se mantiene tu cuerpo en una cola que no avanza y no tienes más remedio que hacerla?

¿Cómo observas cuando te sientes observado?

Hasta aquí el blog de hoy, pero nada se acaba. Todo continúa y nada es definitivo. Lo de hoy es un punto de partida para seguir explorando sobre este verbo. Te invito a subirte a mi nave espacial y reflexionar y agregar lo que quieras en el espacio de hoy sobre el verbo Observar.

Me despido hoy con una frase que escuché en la película del Orfanato y que encantó: «No se trata de ver para creer, se trata de creer para ver».

Un libro: “Lo que hay que ver” de Miguel Durán.

Un refrán: Observar atentamente es recordar distintamente.

Una película: “Observar las aves” de Andrea Martínez Crowther.

Una frase: “Lo importante es saber lo que debe ser observado” de Edgar Allan Poe.

¡Muchas gracias y un saludo!

JAVIER MILÁN JEREZ

Compartir en: