NO BAILAR PEGADOS
Mi pie izquierdo se debatía con mi pie derecho a la hora de decidir hacía qué lado debía dar un paso y de qué manera debía ejecutar semejante acción, pero allí estaba yo, intentando demostrarle a mi cuerpo que él y yo formamos parte del mismo equipo.
Aquella noche, Charlie que era el DJ del pub musical donde me encontraba y amigo mío desde la primaria no había podido ir a trabajar al encontrarse enfermo y su sustituto no me facilitó la misión que yo mismo me había encomendado antes de salir de casa: Bailar sin hacerle daño a nadie.
Amo la música techno porque me hace vibrar y me entran unas ganas locas de votar y votar y saltar y saltar. Me siento libre cuando bailo y necesito mi espacio. Por eso, en mi opinión bailar pegados no es bailar. Mis brazos y mis piernas necesitan expresarse con total libertad si no ya me dirás para qué voy a una discoteca si no puedo bailar como yo quiero. Si alguien quiere bailar conmigo y se pega mucho a mí lo que está haciendo es cortarme las alas y yo lo que quiero es volar.
Y volando es como conocí a Clotilda porque de la leche que me soltó bailando se supone que salí disparado unos cuantos metros hasta golpear con la cabeza en una columna o eso me contaron mis amigos cuando recuperé el conocimiento en el hospital.
Clotilda es mi gran amor. Yo pensaba que era bruto o torpe o patoso o todo a la vez, pero me di cuenta de que había alguien que era igual que yo o peor. ¿El destino? ¿Almas gemelas? Pues no lo sé. Clotilda dice que sí.
Ante un hecho así no podía estar enfadado ni mucho menos. Al contrario. Me sentía emocionado porque había encontrado una mujer a la que también le gustaba expresarse con total libertad pese a su gran defecto o su gran virtud. Según se mire.
Al día siguiente Clotilda se personó muy preocupada en el hospital para visitarme. Fue la mayor sorpresa de mi vida. Cuando la vi entrar por la puerta lo primero que pensé es en lo mal que se movía, pero con que estilazo que lo hacía. Me enamoré de sus contradicciones. Tiene mucho mérito caminar por la vida tan descompasada sin tropezar a cada paso y sin los efectos de ninguna droga. Lo digo yo que en eso creo tener algo de experiencia.
Dos años maravillosos de relación con Clotilda han sucedido después de aquella traumática lesión en mi cabezota que me tuvo apartado de las pistas de baile varios meses. En este tiempo juntos, Clotilda y yo hemos hecho muchas cosas. Entre ellas romper muchos huesos en las pistas de baile en las que hemos estado. Está claro que no somos perfectos, pero nos queremos y eso nos empuja a querer mejorar como personas. Somos conscientes de que tenemos un problema y para eso estamos haciendo terapia.
Los martes y jueves y algún sábado viene un coach a casa que es muy profesional, pero nada barato y que nos ayuda a controlar nuestros impulsos mientras bailamos. Me gusta como nos sabe llevar. Como dice Peter, primero debemos marcarnos objetivos más pequeños y poco a poco iremos progresando adecuadamente. En el momento en el que Clotilda y yo seamos capaces de bailar en el salón de casa sin hacernos daño mutuamente será cuando pasaremos a la siguiente prueba de nivel que será volver a pisar una discoteca.
Sé que lo vamos a conseguir. Por nosotros y por el bebé que estamos esperando. Estamos muy felices por la noticia, pero no sabemos si comprar una cuna o un podium. Lo iremos decidiendo siempre por supuesto pensando en el bienestar de nuestra criatura.
Yo lo que no quiero es uno de esos padres que les cortan las alas a sus hijos.
Javier Milán Jerez
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